• METÁFORAS estériles, órganos sin cometido,
cuchillos en la sombra.
Plegarias sin fe, quimeras de bálago carcomido,
el crepúsculo de los débiles,
addendums bajo la alfombra.
Esos poemas no necesitan ser escritos;
se habla de la duda, del desaliento,
del olvido.
Se habla de amor encontrado y amor perdido,
arduo sobrevivir a lo vivido,
reposado parlamento.
Y sin embargo,
en función de la necesidad
a cada cual su pan desnudo,
fortín de la necedad.
Acaso me hago cargo,
de desatarme el nudo.
La disciplina como falacia ad hominem
y el nunca como síntesis estilística.
Según el informe de balística,
ninguno era culpable, pero todos cómplices.
Abracé el barro primigenio,
de mis huesos, amaretto.
Hubiese vendido mi alma,
hubiese comprado la calma…
hubiese cocinado un salmo;
hubiese perdido el respeto
o todo atisbo de ingenio,
pero proferí un lamento perpetuo.
Y al templo, convidado,
la prisión de una promesa.
Cualquiera pone la mesa
si tiene trucados los dados.
Maneras de vivir.
Tenías razón. Qué fácil rimar,
y mentir.
Y cargando como Sísifo un destierro voluntario
entregado a la desidia, accidentes incendiarios
la salvaje adolescencia y el rencor de parvulario
los recuerdos del tequila con aroma carcelario.
No existe un final feliz sin revancha.
Perdido en este lugar de la Mancha,
todas las veces son últimas ocasiones,
todos los poemas, solemnes oraciones.
Ahogadas, musitan un leve crepitar.
¡si tú no quieres venir no te voy a invitar!
Las musas se han fumado lo esfumado,
vacuidad hipócrita de entonar un fado.
La ignorancia en un muro,
la risa, fondo de armario.
Búsquenme arriando contra el estuario
mientras queden peces;
que escribir,
es un luto apócrifo sin futuro,
y mentir,
el arte de incitar dos veces
el mismo llanto ferroviario.
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